Salatul fatih

Salatul fatih
Oh Allah bendice a nuestro Maestro Muḥammad, el que abre lo que está cerrado y sella lo que le ha precedido, aquel que hace triunfar a la Verdad por la Verdad, el guía hacia el camino recto, y a su familia, conforme a lo que merece su categoría y su inmenso alcance

martes, 22 de noviembre de 2011

La Misericordia del Profeta Muhammad con quienes le hacían daño

En el Nombre de Dios,
el Misericordioso, el Compasivo

Muhammad (saaws), Rahmatalil Aalamin, Misericordia para los Mundos

Fuente original: Musulmanes Andaluces


El Profeta Muhammad, (s.a.s), fue descrito como una “Misericordia para todas las criaturas”, cuando Allah dijo en el Corán:
        “Y no te enviamos [¡Oh, Muhammad!] sino como misericordia para los mundos.” (Corán 21:107)

    Los destinatarios de esta misericordia, no fueron sólo miembros de la nación musulmana; sino que también esta misericordia se extendió a los no-musulmanes, algunos de los cuales habían utilizado todo su esfuerzo para intentar dañar al Profeta y desbaratar su misión. Esta misericordia y compasión está claramente evidenciada en el hecho de que el Profeta (s.a.s) nunca se vengó de nadie por razones personales, y siempre perdonó incluso a sus más acérrimos enemigos. Aisha dijo que el Profeta nunca se vengó de nadie buscando su propio beneficio. Ella también dijo que él nunca respondió el mal con el mal, sino que perdonaba y disculpaba. Esto puede ser comprobado y confirmado mediante el análisis profundo de algunos acontecimientos de su vida, como los que veremos a continuación:
        En la primera época de su misión, el Profeta viajó a la ciudad de Taif, una ciudad que se localiza en las montañas cercanas a La Meca, para invitar a sus pobladores a aceptar el Islam. Los líderes de Taif, sin embargo, fueron rudos y descorteses en su trato con el Profeta. No estando satisfechos con su actitud insolente hacia él, ellos incitaron a algunas personas del pueblo para atormentarlo. Estas turbas siguieron al Profeta gritando, diciéndole obscenidades y tirando piedras contra él, hasta que se vio obligado a tomar refugio en un huerto. El Profeta tuvo que soportar obstáculos en Taif aún más grandes que los que había tenido que enfrentar en La Meca. Estos rufianes se ocultaron a los lados del camino, y le tiraron piedras hasta que sus pies comenzaron a sangrar. Estos incidentes desalentaron seriamente al Profeta y lo sumergieron en un estado de depresión tal que una plagaria, citando su impotencia y su condición lastimosa y buscando la ayuda de Allah, salió espontáneamente de sus labios:

    “¡Oh Allah! Ante Ti me quejo de mi debilidad, de mi desamparo e insignificancia ante la gente. Tú eres el Más Misericordioso de los Misericordiosos. Tu eres el Señor de los destituidos y débiles, ¡Oh mi Señor! ¿En manos de quién me abandonas? ¿En las manos de un forastero que se burla de mi? o ¿En las de los enemigos que tienen control sobre mis asuntos? Si Tu ira no recae en mi, entonces nada me preocupa. Tu perdón es amplio y suficiente para mí. Me refugio en la luz de Tu Rostro, que ilumina la oscuridad, que regula los asuntos de esta vida y de la otra. Espero nunca caer en Tu ira. Sólo necesito Tu complacencia y satisfacción, pues sólo por Ti hago el bien y me aparto del mal. No hay poder ni fuerza sino en Ti”

    Entonces, el Señor envió el ángel de las montañas, quien pidió permiso al Profeta para unir las dos colinas entre las que estaba edificada Taif y aplastar la ciudad con sus pobladores. Movido por su gran compasión y misericordia, el Mensajero de Allah contestó:
        “¡No! Porque espero que Allah haga surgir de sus descendientes personas que adoren sólo a Allah, sin asociarle nada.” (Sahih Muslim)
 
    Tanta era la misericordia del Profeta, que Allah mismo lo reprendió por esto en más de una ocasión. Uno de los más grandes opositores del Islam y un enemigo personal, era Abdullah bin Ubayy, el líder de los hipócritas de Medina. Quien fingió haber aceptado el Islam, proclamando y jurando en falso, e infligió un gran daño a los musulmanes y a la misión del Profeta. Sabiendo su verdadera naturaleza, el Profeta Muhammad ofició la oración fúnebre por él y oró a Allah por su perdón. El Corán menciona este hecho en las siguientes palabras:
        “No ores [¡Oh, Muhammad!] por ninguno de ellos que muriere, ni te detengas junto a su tumba [para rogar por él], porque no creyeron en Allah y Su Mensajero, y murieron en el desvío.” (Corán 9:84)

    Abdullah bin Ubayy trabajó toda su vida contra Muhammad y contra el Islam, y realizó toda clase de ardides para hacerlo caer en el descrédito e intentar fracasar su misión. Él retiró a un tercio del ejercitó del Profeta en la batalla de Uhud, y casi logra destruir a los musulmanes. Él se implicó en las intrigas y actos de hostilidad contra el Profeta del Islam y contra los musulmanes. Fue él quien intentó avergonzar al Profeta incitando a sus aliados para acusar a Aisha, la esposa del Profeta, falsamente de adulterio, para desacreditarlo junto con su mensaje.
 
    La misericordia del Profeta incluso se extendió a aquellos que asesinaron brutalmente y luego mutilaron el cuerpo de su tío Hamzah, una de las personas más queridas para él. Hamzah fue uno de los primeros en aceptar el Islam y, a través de su influencia y posición en la jerarquía Quraishita, muchas veces evitó que los musulmanes fuesen dañados. Un esclavo abisinio perteneciente a la esposa de Abu Sufyan, Hind, buscó y mató a Hamzah en la batalla de Uhud. La noche antes de la reconquista de La Meca, Abu Sufyan aceptó el Islam, pero temía la venganza del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él). El Profeta, sin embargo, lo perdonó y no buscó ninguna retribución por todo el daño que le había causado durante sus años de enemistad.

    Después que el esclavo de Hind hubo matado a Hamzah, ella mutiló su cuerpo cortando su pecho y rasgando su hígado y corazón en pedazos. Tiempo después ella vino calladamente ante Profeta y aceptó el Islam, él la reconoció mas no la recriminó. Ella se impresionó tanto por su magnanimidad y piedad que dijo:
“¡Mensajero de Allah! nada es más preciado para mí que tu protección en este momento; hoy ninguna persona es más encantadora en mis ojos que tu”.
 
    Ikrama, el hijo de Abu Yahl, era un gran enemigo del Profeta y del Islam. Huyó al Yemen después de la reconquista de La Meca. Después de que su esposa abrazó el Islam, lo trajo ante el Profeta Muhammad bajo su protección. El Profeta estaba tan complacido de verlo que lo saludó con estas palabras:
“¡Oh, Jinete emigrado! la paz sea contigo, eres bienvenido”.

    Safwan bin Umaya, uno de los jefes de La Meca, también era un gran enemigo de Muhammad y del Islam. Él prometió una recompensa a Umair Ibn Wahab si lograba matar a Muhammad. Cuando La Meca fue reconquistada, Safwan huyó a Jeddah con la esperanza de encontrar un barco que lo transportara al Yemen.
 
    Umair Ibn Wahab fue a Muhammad y dijo: “¡Mensajero de Allah! Safwan Ibn Umayya, jefe de su tribu, ha huido por temor de lo que puedas hacer con él y ha amenazado con lanzarse al mar”. El Profeta le envió una garantía de protección, y cuando estuvo de vuelta le pidió a Muhammad que le diera dos meses para llegar a una decisión... El Profeta le dio cuatro meses, después de los cuales se volvió musulmán por su propia voluntad.
 
    Habir Ibn al-Aswad era otro enemigo peligroso de Muhammad y del Islam. Infligió una lesión seria a Zainab, hija del Profeta, cuando ella decidió emigrar a Medina. Ella estaba embarazada cuando empezó su emigración, y los politeístas de La Meca intentaron detenerla al salir. Este hombre en particular, hijo de Habbar al-Aswad, la asaltó e intencionalmente la hizo caer de su camello. La caída le había ocasionado el aborto y la lastimó seriamente. El atacante, había además cometido muchos otros crímenes contra los musulmanes. Él quiso huir a Persia, pero decidió ir y presentarse ante Muhammad, el Profeta lo perdonó magnánimamente.
 
    Los miembros de la tribu de Quraish eran enemigos acérrimos del Islam, y por un período de trece años, mientras el Profeta todavía estaba en La Meca, ellos le causaron diferentes ofensas, se burlaban del él y del Islam, lo agredían física y psicológicamente. Cierta vez, pusieron la placenta de una camella en su espalda mientras él rezaba; y boicotearon al Profeta y a su tribu hasta que las sanciones sociales se volvieron insoportables. Ellos intentaron matarlo en más de una ocasión; y cuando el Profeta escapó a Medina, reunieron a la mayoría de las tribus árabes y emprendieron muchas expediciones contra él. Sin embargo, cuando los musulmanes entraron victoriosos en La Meca, con un ejército de 10.000 hombres, el Profeta no tomó venganza contra ninguno de ellos. El Profeta le dijo a los Quraish:

    ¡Gente de Quraish! ¿Qué piensan que haré con ustedes? Esperando una respuesta favorable, ellos dijeron: “Harás el bien. Eres es un hermano noble, hijo de un hermano noble”. El Profeta les dijo entonces: “Entonces yo les digo lo que el Profeta José dijo a sus hermanos: “No serán reprochados hoy. ¡Vayan! ¡Porque son todos libres!” [1]

    Rara vez en la historia encontramos ejemplos de perdón como éste. Incluso su enemigo mortal, Abu Sufyan, el que tantas batallas libró contra el Islam, fue perdonado; como lo hubiese sido cualquier persona que permaneció en su casa y no combatía en su contra.
 
    El Profeta perdonó, y ningún crimen o agresión contra él era demasiado grande para no ser perdonado por él. Fue el ejemplo completo de perdón y bondad, como menciona el siguiente versículo del Corán:
        “[¡Oh, Muhammad!] Ante todo, elige perdonar, ordena el bien y apártate de quienes se comportan contigo en forma ignorante.” (Corán 7:199)
Él siempre contestó al mal con el bien, el perdón y la conducta ejemplar; lo cual, según su forma de ver, son el mejor antídoto contra el veneno. Él creyó y practicó el precepto de que el amor puede cubrir el odio, y la agresión puede anularse con el perdón. Él superó la ignorancia de las personas con el conocimiento del Islam; y la insensatez y maldad de las personas, con su amabilidad y carácter perdonador. Con su perdón, él libró a las personas de la esclavitud del pecado y del crimen, y los convirtió en grandes amigos del Islam. El Profeta era un ejemplo vivo del versículo Coránico:
“No se equipara obrar el bien y obrar el mal. Si eres maltratado responde con una buena actitud [sabiendo disculpar], y entonces verás que aquel con quien tenías una enemistad se convertirá en tu amigo ferviente.” (Corán 41:34)

1 “Mujtasar Siratur Rasúl”, Muhammad ibn Sulayman at-Tamimi.

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