¿Qué es la Ley Sagrada?
La Ley Sagrada o Sharî‘a es el modelo que el último de los Mensajeros de Dios, Sayyidina Muhammad, que la bendición y la paz de Dios sean con él, trajo como encargo de Dios y desde la Palabra de Dios para la vida de las personas, las comunidades y las naciones.
Esta Ley tiene por función vincular al pueblo musulmán mundial, a la reunión de los creyentes, formando una sola comunidad. Es la encarnación de la Voluntad Divina en términos de enseñanzas específicas cuya aceptación y aplicación le garantiza al ser humano una vida armoniosa en este mundo y la felicidad en el más allá.
En el Islam, la encarnación de la Voluntad Divina no sólo es un conjunto de enseñanzas generales sino concretas. A diferencia de lo que ocurre en el cristianismo, al hombre se le dice no sólo que sea caritativo, sino cómo serlo en circunstancias particulares de la vida. No se le dice tan sólo que sea justo, sino cómo serlo en relación a las muy diferentes esferas de la vida. No se le dice que sea tan sólo buen esposo o padre, sino cómo serlo en concreto.
La Sharî‘a contiene los mandamientos de la Voluntad Divina en su aplicación a cada situación de la vida. Es la Ley que Dios quiere que siga el musulmán en su vida. Por lo tanto, es la guía de la acción humana y abarca todas las facetas de la vida humana. Al vivir según la Sharî‘a, el hombre coloca toda su existencia en "manos" de Dios. La Sharî‘a, al tener en cuenta todos los aspectos de la acción humana, santifica la vida entera y le da un significado religioso a las actividades que podrían parecer más mundanales.
La diferencia en la comprensión de la Ley - Islam, Cristianismo y Occidente
La Sharî‘a contiene los mandamientos de la Voluntad Divina en su aplicación a cada situación de la vida. Es la Ley que Dios quiere que siga el musulmán en su vida. Por lo tanto, es la guía de la acción humana y abarca todas las facetas de la vida humana. Al vivir según la Sharî‘a, el hombre coloca toda su existencia en "manos" de Dios. La Sharî‘a, al tener en cuenta todos los aspectos de la acción humana, santifica la vida entera y le da un significado religioso a las actividades que podrían parecer más mundanales.
La diferencia en la comprensión de la Ley - Islam, Cristianismo y Occidente
En el mundo occidental no se entiende el significado de la Sharî‘a debido a su naturaleza concreta y global. El judío que cree en la Ley Talmúdica puede entender lo que significa la Ley Divina, mientras que para la mayoría de los cristianos, y, por lo tanto, también, para los secularistas, ateos, agnósticos o gentes de religiosidad escasa provenientes de un entorno social con historia cristiana, comprender por qué los musulmanes damos tanto valor a la Shari'a es difícil, precisamente porque en el cristianismo no hay una distinción clara entre la ley y el camino.
Al respecto, hay una diferencia muy grande entre la concepción semítica, y más particularmente la islámica, de lo que es la ley y la concepción moderna y occidental de lo que es la ley y el 'imperio de la ley'.
La concepción compartida por el judaísmo y el Islam ve la ley como una encarnación de la Voluntad divina, como una realidad trascendente que es eterna e inmutable, como un modelo según el cual son juzgadas las perfecciones y deficiencias de la sociedad humana y la conducta del individuo, como la guía gracias a la cual el hombre obtiene la salvación y, al rechazarla, se arriesga a la condenación y la destrucción.
En la civilización cristiana, la ley que gobernaba a la sociedad humana no disfrutaba de la misma sanción divina que las enseñanzas de Jesús. De hecho, esta falta de Ley Divina en el Cristianismo habría de desempeñar un papel nada despreciable en la secularización que tuvo lugar en el Renacimiento y la revuelta gradual y cada vez más acelerada en las esferas políticas y sociales que a través de sucesivas etapas se produjeron en la historia de Occidente dejándolo en un abandono auto-aceptado, institucionalizado y 'legalmente protegido' de la conexión tradicional de los gobiernos y las sociedades con Dios, o, como se pasó a denominar, la separación de iglesia (religión) y estado.
El cristianismo, al pretender -erróneamente- que Jesús, la paz sea con él, tal como decía Pablo, había cancelado la Ley Sagrada que vino con Moisés, la paz sea con él, y al entender que se había inaugurado la independencia del espíritu frente a la ley, permitió que las leyes y los gobiernos mantuvieran en potencia un alto grado de divorcio con respecto a la Revelación. Ese precedente histórico de la mentalidad europea moderna y contemporánea es una de las causas más importantes de que los occidentales, así como muchos musulmanes europeizados, americanizados o en general 'modernizados', no entiendan el sentido ni el papel de la Sharî‘a.
En el Occidente cristiano la ley fue, pues, desde el principio, una cosa de origen humano que hacer y revisar según las necesidades y circunstancias de los tiempos. La actitud occidental hacia la ley está determinada totalmente por partir de una religión que no tenía una ley revelada propia.
La noción de los Profetas, por ejemplo los de Israel, y, contrariamente al cristianismo, del propio Jesús el Cristo, la paz sea con ellos, fue muy distinta.
Al respecto, hay una diferencia muy grande entre la concepción semítica, y más particularmente la islámica, de lo que es la ley y la concepción moderna y occidental de lo que es la ley y el 'imperio de la ley'.
La concepción compartida por el judaísmo y el Islam ve la ley como una encarnación de la Voluntad divina, como una realidad trascendente que es eterna e inmutable, como un modelo según el cual son juzgadas las perfecciones y deficiencias de la sociedad humana y la conducta del individuo, como la guía gracias a la cual el hombre obtiene la salvación y, al rechazarla, se arriesga a la condenación y la destrucción.
En la civilización cristiana, la ley que gobernaba a la sociedad humana no disfrutaba de la misma sanción divina que las enseñanzas de Jesús. De hecho, esta falta de Ley Divina en el Cristianismo habría de desempeñar un papel nada despreciable en la secularización que tuvo lugar en el Renacimiento y la revuelta gradual y cada vez más acelerada en las esferas políticas y sociales que a través de sucesivas etapas se produjeron en la historia de Occidente dejándolo en un abandono auto-aceptado, institucionalizado y 'legalmente protegido' de la conexión tradicional de los gobiernos y las sociedades con Dios, o, como se pasó a denominar, la separación de iglesia (religión) y estado.
El cristianismo, al pretender -erróneamente- que Jesús, la paz sea con él, tal como decía Pablo, había cancelado la Ley Sagrada que vino con Moisés, la paz sea con él, y al entender que se había inaugurado la independencia del espíritu frente a la ley, permitió que las leyes y los gobiernos mantuvieran en potencia un alto grado de divorcio con respecto a la Revelación. Ese precedente histórico de la mentalidad europea moderna y contemporánea es una de las causas más importantes de que los occidentales, así como muchos musulmanes europeizados, americanizados o en general 'modernizados', no entiendan el sentido ni el papel de la Sharî‘a.
En el Occidente cristiano la ley fue, pues, desde el principio, una cosa de origen humano que hacer y revisar según las necesidades y circunstancias de los tiempos. La actitud occidental hacia la ley está determinada totalmente por partir de una religión que no tenía una ley revelada propia.
La noción de los Profetas, por ejemplo los de Israel, y, contrariamente al cristianismo, del propio Jesús el Cristo, la paz sea con ellos, fue muy distinta.
Por ende la concepción islámica de la ley participa de ese mismo modo de evaluar las cosas. (Ya tendremos ocasión de escribir en este blog cómo Jesús nunca tuvo el propósito de instaurar ni una nueva religión, ni menos aún derogar la Torah judaica o la Ley Sagrada traída por Moisés, la paz sea con ellos. Diversos estudios históricos contemporáneos sobre el cristianismo primitivo han venido a mostrar lo que Revelación Islámica afirmó siempre, en este aspecto, acerca del Mesías Jesús).
La concepción islámica es una noción religiosa de la ley, una noción en la que la ley es un aspecto integral de la religión. De hecho, para al musulmán, la religión trae de modo natural una Ley Divina, que incluye no sólo principios morales universales sino detalles de cómo el hombre debería dirigir su vida y relacionarse con su prójimo y con Dios; cómo debería comer, procrear y dormir; cómo debería comprar y vender en el mercado; cómo debería rezar y realizar otros actos de culto.
Incluye todos los aspectos de la vida humana y contiene dentro de sus principios la guía con la que el musulmán puede dirigir su vida en armonía con la Voluntad Divina. Conduce al hombre a comprender la Voluntad Divina, indicándole qué acciones y objetos son, desde el punto de vista religioso, obligatorias (wâŷib), cuáles son meritorias o recomendadas (mandûb), cuáles están prohibidas (harâm), cuáles son rechazables (makrûh) y cuáles son indiferentes (mubâh).
Mediante este criterio se le da a conocer al hombre el valor de las acciones humanas desde el punto de vista de Dios de manera que aquél puede distinguir entre el "Camino Recto" y el que lo extraviará. La Sharî‘a le proporciona el conocimiento de lo correcto y de lo incorrecto. Es mediante su libre albedrío como el hombre debe escoger qué senda seguir.
Tal Ley es el proyecto a partir del cual se construye la vida humana ideal. Es una ley transcendente que a la vez se aplica a la sociedad humana, pero que nunca se realiza de forma plena a causa de las imperfecciones de todo lo que sea humano. La Sharî‘a corresponde a una realidad que transciende el tiempo y la historia.
Más bien, en una sociedad musulmana, cada generación intentaría volver a adecuarse a sus enseñanzas y a aplicarla a las condiciones en las que resulta encontrarse. En cada generación, el proceso creativo no consiste en rehacer la Ley sino en reformar a los hombres y a la sociedad humana para que se adecuen a la ley. Según el punto de vista islámico no habría que reformar la religión para adecuarla a la naturaleza humana, siempre cambiante e imperfecta, sino que las personas habrían de reformarse para poder vivir según los principios de la revelación. De acuerdo con la naturaleza real de las cosas, es lo humano lo que debe adecuarse a lo Divino y no lo Divino a lo humano.
Mediante este criterio se le da a conocer al hombre el valor de las acciones humanas desde el punto de vista de Dios de manera que aquél puede distinguir entre el "Camino Recto" y el que lo extraviará. La Sharî‘a le proporciona el conocimiento de lo correcto y de lo incorrecto. Es mediante su libre albedrío como el hombre debe escoger qué senda seguir.
Tal Ley es el proyecto a partir del cual se construye la vida humana ideal. Es una ley transcendente que a la vez se aplica a la sociedad humana, pero que nunca se realiza de forma plena a causa de las imperfecciones de todo lo que sea humano. La Sharî‘a corresponde a una realidad que transciende el tiempo y la historia.
Más bien, en una sociedad musulmana, cada generación intentaría volver a adecuarse a sus enseñanzas y a aplicarla a las condiciones en las que resulta encontrarse. En cada generación, el proceso creativo no consiste en rehacer la Ley sino en reformar a los hombres y a la sociedad humana para que se adecuen a la ley. Según el punto de vista islámico no habría que reformar la religión para adecuarla a la naturaleza humana, siempre cambiante e imperfecta, sino que las personas habrían de reformarse para poder vivir según los principios de la revelación. De acuerdo con la naturaleza real de las cosas, es lo humano lo que debe adecuarse a lo Divino y no lo Divino a lo humano.
La Renovación frente a la Reforma de la Ley
La actividad de reforma a lo largo de la historia del Islam, como los grandes jurisconsultos o los 'mujaddidis' (calificativo concedido a una personalidad de suma importancia religiosa en su tiempo en virtud a su carácter renovador) ha consistido en intentar volver a crear y a darles forma a las actitudes humanas y a las instituciones sociales para armonizarlas con la Sharî‘a.
Más que reforma, pues ningún ser humano tiene poder de reformar la Palabra de Dios y la autoridad que Dios le concedió al último de Sus Profetas, en rigor deberíamos hablar aquí de una actividad de 'renovación'.
Es una actividad que ha consistido en revivificar y revitalizar la sociedad humana impregnando continuamente su estructura de los principios de la revelación recibidos providencialmente para su guía y que son el único criterio de que dispone para apreciar su propio valor.
Hay, a diferencia de ello, algunos movimientos modernos dentro de los musulmanes en Occidente o en zonas urbanas del Medio Oriente fuertemente influenciadas por un fenómeno de occidentalización, que intentan reformar la Ley Divina en vez de reformar la sociedad humana. Estas tendencias, que los cristianos o la sociedad europea post-cristiana aceptan de modo tan natural al no tener una Ley Sagrada ni concebir que ésta sea posible, son, desde el punto de vista del Islam, una anomalía en todos los sentidos.
Es una actividad que ha consistido en revivificar y revitalizar la sociedad humana impregnando continuamente su estructura de los principios de la revelación recibidos providencialmente para su guía y que son el único criterio de que dispone para apreciar su propio valor.
Hay, a diferencia de ello, algunos movimientos modernos dentro de los musulmanes en Occidente o en zonas urbanas del Medio Oriente fuertemente influenciadas por un fenómeno de occidentalización, que intentan reformar la Ley Divina en vez de reformar la sociedad humana. Estas tendencias, que los cristianos o la sociedad europea post-cristiana aceptan de modo tan natural al no tener una Ley Sagrada ni concebir que ésta sea posible, son, desde el punto de vista del Islam, una anomalía en todos los sentidos.
Esos movimientos reformistas proceden en gran parte no sólo del debilitamiento de la fe religiosa en ciertas personas sino también del hecho de que la mentalidad moderna, procedente del Occidente de trasfondo cristiano, no puede concebir una Ley inmutable como guía de la sociedad humana y de acuerdo con la cual el ser humano busque modelar su vida individual y social.
Algunos modernistas han intentado a lo largo del último siglo cambiar la Sharî‘a, renunciando al marco de la autoridad de las escuelas de derecho y jurisprudencia islámicas, con la finalidad de incorporar prácticas modernas dentro de la Ley y limitar la validez de la Sharî‘a a los asuntos personales.
Quienes son conquistados por esa mentalidad quieren que la Sharî‘a "se adapte a los tiempos", es decir, a los antojos y caprichos de los hombres y a la naturaleza humana siempre cambiante productora de "los tiempos". No se dan cuenta de que es la sociedad la que debería ser modelada de acuerdo a la Sharî‘a, no a la inversa.
La presencia de la Sharî‘a en el mundo se debe a la compasión de Dios hacia sus criaturas por la cual ha enviado una Ley que lo engloba todo para que la sigan y por la cual alcancen la beatitud tanto en esta vida como en la otra. La Sharî‘a es, pues, el ideal a alcanzar para la sociedad humana y el individuo. Dota de sentido a todas las actividades del hombre y le da una dimensión integral a su vida.
Algunos modernistas han intentado a lo largo del último siglo cambiar la Sharî‘a, renunciando al marco de la autoridad de las escuelas de derecho y jurisprudencia islámicas, con la finalidad de incorporar prácticas modernas dentro de la Ley y limitar la validez de la Sharî‘a a los asuntos personales.
Quienes son conquistados por esa mentalidad quieren que la Sharî‘a "se adapte a los tiempos", es decir, a los antojos y caprichos de los hombres y a la naturaleza humana siempre cambiante productora de "los tiempos". No se dan cuenta de que es la sociedad la que debería ser modelada de acuerdo a la Sharî‘a, no a la inversa.
La presencia de la Sharî‘a en el mundo se debe a la compasión de Dios hacia sus criaturas por la cual ha enviado una Ley que lo engloba todo para que la sigan y por la cual alcancen la beatitud tanto en esta vida como en la otra. La Sharî‘a es, pues, el ideal a alcanzar para la sociedad humana y el individuo. Dota de sentido a todas las actividades del hombre y le da una dimensión integral a su vida.
Estar a la altura de los Tiempos
Hoy en día a menudo se nos dice que tenemos que estar a la altura de los tiempos. Raramente se pregunta a la altura de qué deben estar «los tiempos».
Lo que hoy se llama «los tiempos» es en gran medida un conjunto de problemas y dificultades creados por la ignorancia en que está el hombre sobre su naturaleza real y por su terca determinación a «vivir sólo de pan». Así pues, tratar de adaptar la Ley divina a «los tiempos» equivale a un suicidio espiritual porque excluye los criterios mismos según los cuales pueden juzgarse objetivamente el valor real de la vida y los actos humanos.
En el espíritu de los musulmanes occidentalizados, existe un sentimiento de inferioridad de sus propias formas tradicionales con respecto a occidente que les empuja a seguir lo occidental ciegamente y a considerar su propia tradición con desdén o, en el mejor de los casos, con una actitud de aceptación llena de disculpas. En este estado de espíritu, por lo general intentan cambiar aquellos aspectos de su religión y su ley que no se ajustan a las modas del día, y para ocultar su propia debilidad intelectual y espiritual llaman a esto «ir a tono con los tiempos».
Por ejemplo, tomemos la cuestión de la poligamia, que dista de limitarse al Islam (recordemos que Carlomagno tenía muchas esposas). Muchos musulmanes modernizados se sienten turbados por este aspecto de la sharî’ah por la única razón de que el cristianismo finalmente la proscribió y de que hoy está prohibida un occidente. Los argumentos en su contra no son tanto lógicos como sentimentales y llevan principalmente el peso y el prestigio del occidente moderno. Ninguno de los argumentos que se dan, basados en el hecho de que la poligamia es el único modo de prevenir muchos males que existen hoy, tiene efecto alguno sobre aquellos para quienes la moda del día ha suplantado a la sunnah del Santo Profeta.
Se puede especular que, si el modernismo se hubiera originado en los Estados del Himalaya en vez de hacerlo en Europa (donde existe la práctica de una mujer con varios esposos), los apologistas musulmanes modernos acaso tratarían de interpretar las enseñanzas de la Sharî’ah en un sentido favorable a la poliandria, al igual que hoy las interpretan sólo en el sentido de la monogamia establecida en la práctica occidental.
Por supuesto, no proponemos que los musulmanes prescindan del mundo que les rodea. Con esto queremos decir que hay determinadas condiciones en la vida del siglo veinte que el mundo musulmán no puede alterar y con las cuales debe vivir, mientras que hay otras que pueden evitarse.
Lo que hoy se llama «los tiempos» es en gran medida un conjunto de problemas y dificultades creados por la ignorancia en que está el hombre sobre su naturaleza real y por su terca determinación a «vivir sólo de pan». Así pues, tratar de adaptar la Ley divina a «los tiempos» equivale a un suicidio espiritual porque excluye los criterios mismos según los cuales pueden juzgarse objetivamente el valor real de la vida y los actos humanos.
En el espíritu de los musulmanes occidentalizados, existe un sentimiento de inferioridad de sus propias formas tradicionales con respecto a occidente que les empuja a seguir lo occidental ciegamente y a considerar su propia tradición con desdén o, en el mejor de los casos, con una actitud de aceptación llena de disculpas. En este estado de espíritu, por lo general intentan cambiar aquellos aspectos de su religión y su ley que no se ajustan a las modas del día, y para ocultar su propia debilidad intelectual y espiritual llaman a esto «ir a tono con los tiempos».
Por ejemplo, tomemos la cuestión de la poligamia, que dista de limitarse al Islam (recordemos que Carlomagno tenía muchas esposas). Muchos musulmanes modernizados se sienten turbados por este aspecto de la sharî’ah por la única razón de que el cristianismo finalmente la proscribió y de que hoy está prohibida un occidente. Los argumentos en su contra no son tanto lógicos como sentimentales y llevan principalmente el peso y el prestigio del occidente moderno. Ninguno de los argumentos que se dan, basados en el hecho de que la poligamia es el único modo de prevenir muchos males que existen hoy, tiene efecto alguno sobre aquellos para quienes la moda del día ha suplantado a la sunnah del Santo Profeta.
Se puede especular que, si el modernismo se hubiera originado en los Estados del Himalaya en vez de hacerlo en Europa (donde existe la práctica de una mujer con varios esposos), los apologistas musulmanes modernos acaso tratarían de interpretar las enseñanzas de la Sharî’ah en un sentido favorable a la poliandria, al igual que hoy las interpretan sólo en el sentido de la monogamia establecida en la práctica occidental.
Por supuesto, no proponemos que los musulmanes prescindan del mundo que les rodea. Con esto queremos decir que hay determinadas condiciones en la vida del siglo veinte que el mundo musulmán no puede alterar y con las cuales debe vivir, mientras que hay otras que pueden evitarse.
Toda la diferencia reside en la actitud que se tenga hacia el mundo orgullosamente autodenominado 'moderno'.
Se puede considerar una situación en la que sea difícil practicar plenamente la sharî’ah, no porque ésta sea imperfecta en sí, sino porque las circunstancias en que vivimos están por debajo de aquellos principios inmutables que en definitiva gobiernan necesariamente todas las cosas.
Todavía se puede practicar y seguir la Ley islámica en tales circunstancias viviendo las enseñanzas del Islam, pues el Profeta incluso permitió que las oraciones se dijeran a caballo en tiempo de guerra.
O, por el contrario, se puede, como es tan frecuente hoy, tomar el mundo como la única realidad y juzgar la validez de la sharî’ah según su grado de conformidad con este mundo. Esta actitud es totalmente antiislámica y supone trastocar la jerarquía de los valores. Tal actitud hace que el mundo y los imperfectos juicios del hombre que lo informan tomen el lugar de Allâh.
No se puede negar el mundo contemporáneo. Y una revitalización de las sociedades a través de su reforma para que se beneficien nuevamente de la Ley Sagrada no significa tampoco hacer retroceder el tiempo. Pero tampoco significa abandonarse a 'los tiempos'.
Siempre han existido en el Islam aquellos que, armados de un espíritu impecable, de un corazón purificado, y de un conocimiento alentado 'desde lo Alto', señalan a sus sociedades y sus épocas la manera de tratar con cada asunto contemporáneo bajo el esfuerzo de seguir la Ley Sagrada, es decir, aceptando en todo asunto la Voluntad de Dios según el punto de partida del aquí-y-ahora de cada persona e individuo concreto en su vía de retorno intermporal a Dios.
Son los siervos de Dios que viven cada época con todos los desafíos que presenta cada nueva circunstancia sin faltar a su compromiso con su Señor.
El Santo Profeta, que la bendición y la paz sean con él, nos dijo que en cada siglo de la historia de su nación, Allah dotaría a uno de Sus siervos de un poder de conocimiento por el cual dicho siervo podría volver a iluminar la sociedad bajo la Compasión de la guía del Señor de los Mundos.
Son a estos mujaddidis, o renovadores, a quienes hay que dirigirse y consultar acerca del modo islámicamente íntegro y puro de tratar con cada asunto nuevo. Pues los mujaddidis han dejado atrás el interés por sí mismos, y sirven, como musulmanes, a Dios en un grado del que hoy el hombre materialista de hoy y la sociedad contemporánea no parecen siquiera sospechar que es posible.
Shaykh Mawlana Nazim - Mujaddid de este siglo
* * *
Este texto se compone en más de 90% de fragmentos y selecciòn de textos recogidos literalmente (pero bajo criterio nuestro) de la obra de Nasr, Ideals and Realities of Islam, si bien, como el lector de aquella obra sabrá apreciar, hemos introducido adicionalmente modificaciones importantes al sentido de lo allí expuesto, en el esfuerzo de presentar un texto lo más fiel posible al espíritu de la tradición islámica, a diferencia de ciertas concepciones introducidas por el autor original en su obra. El texto aquí presentado por ende debe asumirse como de responsabilidad única del comité de redacción.
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