Salatul fatih

Salatul fatih
Oh Allah bendice a nuestro Maestro Muḥammad, el que abre lo que está cerrado y sella lo que le ha precedido, aquel que hace triunfar a la Verdad por la Verdad, el guía hacia el camino recto, y a su familia, conforme a lo que merece su categoría y su inmenso alcance

domingo, 31 de diciembre de 2023

La masculinidad en el Islam

En el Nombre de Allah,
el Misericordioso, el Compasivo 




LA MASCULINIDAD EN EL ISLAM


¿Qué es la masculinidad? Hoy en día los hombres, cada vez más, se caracterizan como vanidosos débiles y estúpidos y las mujeres como heroínas inteligentes y de fuerza insuperable en Hollywood y Netflix. Se reinventa cada 5 años la masculinidad y la femineidad. Se acusa la maldad de la “masculinidad tóxica”. Y se lanzan ataques interminables contra el heteropatriarcado. ¿Así son las cosas?
Veamos el modelo islámico para el varón, sin medias tintas. Lo que viene no es apto para feministas (varones feministas incluidos) ni para liberales secularistas ni pacifistas de la tónica hippie del amor y paz melifluos. Algo está profundamente corrompido en nuestras sociedades así que un verdadero cambio de raíz no será delicado con las ideas que causan nuestra enfermedad social.
Hablamos del hombre adulto. El hombre adulto se espera que se case y, una vez casado, será el emir o líder de su familia. Por tanto, debe tener los pies bien en la tierra y el alma bien vuelta hacia el Cielo.
Así, se le entrena para asumir responsabilidades familiares. No para ser un egoísta que prioriza “hacer carrera” soltero y perseguir sueños como un “adolescente permanente”.
Como hombre, el musulmán tiene dos funciones básicas y una tercera más difícil y eventual.
Las dos primeras funciones son irrenunciables para él:
  • El hombre es proveedor.
  • El hombre es protector.
El hombre es el encargado de llevar alimentos y proveer cobijo a su familia. Y el hombre es responsable de la protección física de su familia.
En el modelo islámico, el hombre, como proveedor, trabaja, incluso duramente, y no pide a otros (salvo por excepción, si hay una necesidad grande que no sea salvable de otra manera). Debe por tanto buscar una forma lícita de buscar el sustento y esto es obligación de él y no de su esposa. Él debe ser serio en su empeño de trabajar.
Una persona que “sueña despierto” y no evidencia hábito de trabajar debe aprender a rectificar esta severa deficiencia de carácter.
Ahora bien. sabemos que no hay relación de “enamoramiento” ni relaciones “largas” en el Islam de dos solteros, hombre y mujer. Por tanto, si él quiere casarse, es natural que se fijará si la mujer que le interesa, además de poder ser compañera de vida, tiene cualidades maternales. Pero, en la otra cara de la moneda, es igualmente natural para la mujer que ella busque si él tiene cualidades como proveedor de la familia y como protector.
Esto es la realidad de la vida y el modelo profético. No Hollywood ni cuentos de hadas. Así se han forjado relaciones familiares estables a lo largo de los siglos.
El hombre, como protector, se espera que sea valiente, fuerte de carácter, no débil ni inofensivo. Ser cortés no quita lo valiente, claro. Y él debe ser amable y alguien con buen carácter. Pero alguien esencialmente fuerte, firme, no alguien débil. Aunque lo cortés no quita lo valiente, muchas veces la falta de fuerza se escuda en una cortesía permanente, ciega, pasivista.
Los hechos lo dicen. Es parte de la sunna histórica que el varón aprenda el arte del tiro con flechas, que aprenda a cabalgar y que sepa lo que hoy llamaríamos lucha libre. Y que esté gustosamente dispuesto al llamamiento al jihad bajo el mandato del gobernante islámico cuando esto ocurra.
En la realidad de hoy, esto se traduciría en: aprender a manejar un arma de fuego, conducir un vehículo y aprender a luchar físicamente, un arte marcial probablemente.
Como musulmanes, tenemos mucho que reaprender sin duda.
Ahora la tercera y más sutil función.
Además de proveedor y protector, el hombre como líder de la familia se espera que sea un guía. Él de por sí es líder de la familia, emir. Pero se espera que sea no sólo un emir, sino un guía. Guía de las almas en su familia.
Pero claro esto requiere necesariamente que él conozca de Islam, que tenga experiencia islámica, que tenga cualidades de sabiduría. Por tanto debe frecuentar a la gente de conocimiento de nuestra tradición y pulir sus defectos.
Y si el hombre no puede alcanzar esa virtud, cuando menos debe conducir a su familia a círculos de conocimiento.
De hecho, por muy hombre de conocimiento que él sea, todo verdadero conocedor sabe cuánto ignora. Por tanto, no significa que impedirá a su familia el acceso al conocimiento que impartan los sabios del Islam.
Más bien él deberá encargarse de que sus hijos, por ejemplo, aprendan lo mejor posible el Islam, y una vez que éstos crecen, naturalmente deben aprender fuera del círculo familiar, con los sabios mismos de la Nación Islámica.
Esta masculinidad no es como la imagen, siempre cambiante, y cada vez más desastrosa, que hay hoy día del hombre.
Necesitamos este hombre para esta sociedad.
Y no he escrito aquí de la femineidad conforme al Islam. Eso, para otro día.




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